martes, 1 de junio de 2010

EL MOHAN


LEYENDA O MITO EL MOHÁN

En algunas regiones le dicen Poira. Dicen que es un personaje monstruoso, cubierto de pelaje abundante, que más parece que estuviera envuelto en una luenga cabellera. Tiene manos grandes, con uñas largas y afiladas como las de una fiera. La diversidad de leyendas que se cuentan sobre las hazañas o artificios como actúa, constituyen una riqueza folclórica para esta tierra tolimense.





Los pescadores lo califican de travieso, andariego, aventurero, brujo y libertino. Se quejan de hacerles zozobrar sus embarcaciones, de raptarles los mejores bogas, de robarles las carnadas y los anzuelos; dicen que les enreda las redes de pescar, les ahuyenta los peces, castiga a los hombres que no oyen misa y trabajan en día de precepto, llevándoselos a las insondables cavernas que posee en el fondo de los grandes ríos.



Las lavanderas le dicen monstruo, enamorado, perseguidor de muchachas, músico, hipnotizador, embaucador y feroz. Cuentan y no acaban las hazañas más irreales y fabulosas.



Sobre su aspecto físico, varían las opiniones según el lugar donde habita. En la región del sur del Magdalena, comprendida entre los ríos Patá y Saldaña, con quebradas, moyas y lagunas de Natagaima, Prado y Coyaima, hasta la confluencia del Hilarco, como límite con Purificación, los ribereños le tienen un pánico atroz por que se les presenta como una fiera negra, de ojos centelleantes, traicionero y receloso.



Siempre que lo veían, su fantasmal aparición era indicio de males mayores como inundaciones, terremotos, pestes, etc. Poseía un palacio subterráneo, tapizado todo de oro, donde acumulaba muchas piedras preciosas y abundantes tesoros; hacía las veces de centinela, por eso no quedaba tiempo para enamorar.



En la región central del Magdalena, desde Hilarco, en Purificación, hasta Guataquicito en Coello, los episodios eran diferentes. Allí se les presentaba como un hombre gigantesco, de ojos vivaces tendiendo a rojizos, boca grande, de donde asomaban unos dientes de oro desiguale; cabellera abundante de color candela y barba larga del mismo color. Con las muchachas era enamoradizo, juguetón, bastante sociable, muy obsequioso y serenatero.



Perseguía mucho a las lavanderas de aquellos puertos, como en la Jabonera, la Rumbosa, el Cachimbo, Etc. A la manera de un hombre rico, con muchos anillos, que al enamorarse de la muchacha más linda de la ribera, la llevaba a la cueva subterránea donde tenía otras mujeres con quienes jugaba y sacaba a la playa en noches de luna. Muchos pescadores aseguran que oían sus risotadas y griterías.



Bogas, pescadores y lavanderas lo vieron infinidad de veces en la playa pescando, cocinando, peinándose; o bajar en una balsa, bien parado, por "la madre del río" tocando guitarra o flauta.



Entre Guataquicito y Honda las versiones son distintas: allí era muy sociable. Se presentaba a veces como un hombre pequeño, musculoso, de ojos vivaces; entablaba charla con los bogas, salía al mercado a hacer compras, solía parrandear con los mercaderes, pero luego desaparecía sin dejar huella. En guamo, Méndez, Chimbimbe, Mojabobos, Bocas de Río Recio, Caracolí y Arrancaplumas lo vieron arreglando atarrayas, fumando tabaco, cantando y tocando tiple. En noches de tempestad lo han visto pescando y riendo a carcajadas.



Algunos ribereños aseguran que existe la Mohana, pero no como consorte del Mohán, sino como personaje independiente. Comentan que ésta no es feroz, ni les hace travesura en los ríos; lo único que le atribuyen es que se rapta a los hombres hermosos para llevarlos a vivir con ella en una cueva tenebrosa.

martes, 25 de mayo de 2010

la patasola

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LEYENDA O MITO EL CAZADOR Vivía en tiempos de la Colonia un hombre cuya entretención y oficio cotidiano era la "cacería". Para él no había fiestas profanas ni religiosas; no había reunión de amigos ni paseos; nada le entretenía tanto como salir a "cazar" venados al toque de la oración, en los bosquecillos aledaños; borugos a la orilla del río por entre los guaduales; los guacos, chorolas, guacharacas y chilacoas por los montes cercanos a los pantanos, ciénagas y lagunas. El producto de la cacería constituía el sustento de la familia y su único negocio.




En aquel caserío tenían una capilla donde celebraban las ceremonias más solemnes del calendario religioso. Tenía unas ventanas bajas y anchas que dejaban ver el panorama y para que el aire fuera el purificador del ambiente en las grandes festividades.



Llegó la celebración de la Semana Santa. Los fieles apretujados llenaban la capilla, oyendo con atención el sermón de "las siete palabras". Los feligreses estaban conmovidos. Reinaba el silencio... apenas se percibían los sollozos de los pecadores arrepentidos y los golpes de pecho.



Allí estaba el cazador, en actitud reverente, uniendo sus plegarias a las del Ministro de Dios, que en elocución persuasiva y laudatoria hacía inclinar las cabezas respetuosamente.



De pronto, como tentación satánica, entró un airecillo que le hizo levantar la cabeza y mirar hacia la ventana. Por ella vio, pastando en el prado, un venado manso y hermoso. Que maravilla! Esto era como un regalo del cielo! estaba a su alcance... a pocos pasos de distancia. Rápido salió por entre la multitud en dirección a su cabaña.



Fue tanta la emoción del hallazgo que no se acordó del momento grandioso que significa para los cristianos el día de Viernes Santo. Tampoco se fijó en el momento sagrado de la pasión de Cristo. Salió con su escopeta y su perro en busca de la presa. Ya el animal había avanzado unas cuadras hacia el manantial. El cervatillo al verse acosado paró las orejas y se quedó inmóvil, como esperando la actitud del hombre. Este al verlo plantado le disparó, pero en ese mismo instante el animal huyó.



Perro y amo siguieron las pistas, lo alcanzaron y, al dispararle de nuevo, se realizaba el mismo truco. El afiebrado cazador no medía ni el tiempo, ni la distancia. Seguía... seguía... cruzaba llanos, montañas, cañadas, colinas, despeñaderos, riscos y sierras. Llegó por fin a la montaña cuando las tinieblas de la noche dominaban la tierra.



La montaña abrió sus fauces horripilantes..! El cazador penetró... y nunca más volvió a salir de ella. Dicen que la montaña lo devoró.

miércoles, 19 de mayo de 2010

la tonga

Mitos & Leyendas de las Islas Tonga

La belleza del joven Tokelau Moetonga era una extraordinaria y aquella bendición de la naturaleza obedecía al mismo capricho de esta y la manera en que se empeño en que llegara a este mundo. Tokelau Moetonga, “el viento del norte que duerme en brazos del viento del sur” así le llamaron, nació de dos madres. Si, dos madres tuvieron una criatura tan hermosa, que su fisionomía se dibujaba rozando casi ya la belleza de una mujer!

Navegando desde Samoa, la canoa de aquellas dos mujeres samoanas se hundió en el océano y para no ser tragadas por aguas profundas, nadaron con todas sus fuerzas hasta alcanzar las islitas de Kelefesia y Tonumea en el archipiélago de Ha’apai. Y allí donde no vivía ningún hombre, ellas lo hicieron, Un día se dieron cuenta de que estaban en estado de buen esperanza. Así, sorprendidas , sin saber cómo aquello podía haberles ocurrido, dejaron acariciar sus nalgas por el viento esperando que este les diese una respuesta. Si, estaban esperando una criatura… y tras meses de gestación una de ellas daría luz a Tokelau Moetonga.

Y aquel niño, con sus dos madres, creció feliz en mundo de corales y palmeras, y cuando se convirtió en muchacho, en joven valiente y decidido, navegó a Tongatapu, rumbo a Tonga la Sagrada. Cuando llegó a aquella isla, encontró a todas sus gentes celebrando alegremente el matrimonio del Tu’i Tonga con la hermosa Fatafehi.

Cuando la celebración llegó a su fin, el Tu’i Tonga le dijo a sus amigos: Vamos a cazar zorros voladores! Y es así como los hombres se unieron al jefe con arpones y redes y la novia permaneció en casa junto a las mujeres de alto rango. Aquel fue el momento en que Tokelau Moetonga envuelta su cabeza con un bello turbante de siapo apareció, llegado desde la isla en la que vivía junto a sus madres.

Todo el mundo dormía agotado por el exceso de aquella gran fiesta no así Fatafehi que intuyendo la presencia de un visitante inesperado, permanecía silenciosamente despierta. El joven tongano sin dudarlo, entró en casa de la muchacha y esta quedó enseguida prendada por la belleza de Tokelau Moetonga. Una belleza jamás concedida a ningún otro hombre. Como no pudo haber ocurrido de una manera distinta, durmieron juntos y después aquella noche de amor obsequió el muchacho a su amante con su turbante de corteza de morera que desprendía la más seductora de las fragancias; y Fatafehi se mostró agradecida entregándole enamorada su faja roja delicadamente confeccionada con las fibras de los frutos del cocotero.

Cuando Tokelau Moetonga se quitó su tocado, el perfume que desprendió llego hasta el Tu’i Tonga y este embriagado por una extraña sensación de enamoramiento y desconfianza dijo a sus amigos: Es hora de que nos vayamos, alguien a llegado a la aldea. Cuando el recién esposado regresó al hogar Tokelau Moetonga ya se había marchado y Fatafehi sintiendo ya nostalgia del joven, recostada sensualmente en su esterilla trenzada en finas hojas de pandano, ajena al último día de su existencia, cayó en la furia desatada por los celos de su marido. El Tu’itonga acabó con su vida sin mediar palabra y acto seguido llevó consigo su cuerpo.

Tokelau Moetonga había regresado ya a Kelefesia pero el mismo día por la tarde le dijo a sus madres: Voy a regresar a Tongatapu algo terrible ha ocurrido. Cuando alcanzó con su canoa la isla y puso pie en los dominios del Tu’i Tonga, sus ojos contemplaron las antorchas que ardían por la pérdida de Fatafehi. Fue entonces cuando el Tu’i Tonga, al ver a Tokelau Moetonga velando a su esposa, pregunto a sus súbditos quien era aquel joven que lamentaba la pérdida de aquella mujer. Es un hombre, le dijeron. Traérmelo aquí grito con furia el Tu’i Tonga. Y así lo hicieron.

¿Fuiste tú quién estuvo con mi esposa?

Tokelau Moetonga, levantó las cejas contestándole afirmativamente.

¿Cómo te llamas?

Soy Tokelau Moetonga.

Entonces el Tu’i Tonga contemplándole y sintiendo al mismo tiempo una inmensa tristeza le dijo al joven extranjero: Fatafehi no hizo mal, eres tan hermoso que hasta yo mismo me siento morir ante esta atracción tan grande que siento por ti. Me equivoque tanto al matar a mi esposa! Ven conmigo Tokelau Moetonga, velaremos a nuestra mujer. Toda la noche así lo hicieron, hasta que desapareciecieron las estrellas, hasta que salió el sol y con el nuevo día se celebró el funeral de Fatafehi. Allí estuvieron los dos juntos. No se separaron en un solo momento. Fue por su belleza y por el amor que le inspiró al Tu’itonga que Tokelau Moetonga evitó la venganza y con ella la muerte. Durante un tiempo estuvieron juntos luego, Tokelau Moetonga regresó a la tierra de sus madres. Aquellas dos mujeres samoanas que habían dado vida al hombre más hermoso que hubiese existido bajo el cielo de todas las tierras.

La leyenda de Tokelau Moetonga fue narrada en 1920 por Mary Fifita de Pangai, en la isla de Lifuka en el archipiélago de Ha’apai (Tonga) al antropólogo y arqueólogo americano Edward Winslow Gifford (1887-1959). Entre 1947 y 1956 como profesor y director del Museo de Antropología de la Universidad de California, Gifford llevó a cabo las primeras expediciones arqueológicas en Fiji (1947), Kanaky Nueva Caledonia (1952) y Yap en las islas Carolinas occidentales (Micronesia) en 1956. Sus viajes a Tonga dieron lugar a la publicación de Tongan Myths & Legends

el chupacabra

hupacabras - imágenes (fotos del chupacabras)
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Chupacabras.

El chupacabras es un extraño monstruo que asola las granjas y campos, chupándole la sangre al ganado. Han sido vistos por muchísimos testigos, dicen que mide cerca de un metro, semejante a un canguro, pero con rostro humano con una cresta en la cabeza y la espalda, tiene unos enormes ojos rojos, tres garras en cada pata y además puede volar. Despide
LA LLORONA
Cuentan que la Llorona es el alma en pena de una mujer despojada de sus hijos, por eso su llanto errabundo. En algunos relatos aparece una mujer enloquecida quien no aguantó la miseria, acabando con ella y sus hijos. Entonces el alma quedó vagando por los pueblos, preguntando por sus hijos y lamentando su tragedia.
La Llorona es pues, independientemente de las circunstancias y variantes que cada región le de a su identidad, un mito genrico de los que personifican a un espíritu de una madre en pena.

Pulsa la imagen para verla grande.

La llorona, no ya como el Ánima Sola, que anda errabunda para purgar sus propias culpas debido a la santidad y perfección necesarias a un estado final de gloria en el más allá, sino y es el caso de la llorona que busca el reposo y aquietamiento del espírituu que permita disfrutar de un estado de retribución en ultratumba.
En qué vereda de Antioquia no se habla de la llorona....?
Algunos afirman que es una mujer que ahogó a uno de sus hijos y por la noche lo busca a lo largo de los riachuelos o quebradas, exhalando prolongados lamentos.
Un campesino hace la siguiente narración: En la vereda Cimarronas con frecuencia aparecía de repente en las noches de tormentas, en medio de truenos y relámpagos, la figura de una mujer que de tanto en tanto, desaparecía de súbito, sumiendo en el mayor terror a cuanto desprevenido campesino se cruzaba por la oscura noche de la montaña.
Otra versión es la de una mujer muy hermosa y de apariencia angelical, siente los ardores deseos de mujer; recorre por muchas de estas montañas y poblados del Oriente antioqueño.
Gusta y enamora por ser tan bella, pero se la ve tan andariega por todas estas veredas, que despierta recelo entre los hombres, y todos, a poco del requiebro inicial, se alejan pensativos.
Dice la leyenda, que fue con Serafín el animero, o con el bueno de Matías o talvez con alguno de esos mineros que pasaron por ahí en busca de oro, con quien tuvo un hijo, pero Ella tan andariega y coqueta y poco maternal, descuidó; el crío, y éste se le ahogó en el río.
Hoy en ultratumba, ánima en pena, reconoce, llora y pregona su tragedia.
Otra descripción de la llorona es la siguiente:
Mujer de figura desagradable, alta y desmelenada, de vestido largo y rostro cadavérico. Con sus largos brazos sostiene a un niño muerto. Pasa la noche llorando, sembrando con sus sollosos lastimeros, el terror en los campos, aldeas, y aún en las ciudades.
Se dice que la llorona deja sentir su tristeza en el Bajo Cauca, en las riveras del río Porce, San Juán el Magadalena medio y en el Penderizco de Urrao.
La lloroma a pesar de ser un mito universal, nosotros los Antioqueños lo hemos tomado como propio, y en nuestra fe cristiana ha servido como control moral del comportamiento del hombre y la mujer en su vida sexual.
Se hace referencia a este personaje acorde con la tradición oral, donde se le define como una madre soltera que decidió no tener a su hijo y por eso aborta, acarreándole esto el castigo de escuchar permanentemente el llanto de su niño Este castigo la desesperó y la obligó a deambular por el mundo sin encontrar sosiego, llorando, gimiendo e indagando por el paradero de su malogrado hijo.
Simboliza el castigo al proceder de algunos padres que de forma irresponsable y sin medir las consecuencias de sus actos, conciben los hijos para luego evadir sus obligaciones, recurriendo al aborto, como si la criatura por venir fuese la culpable de sus errores.
Esta leyenda surgió para evitar la proliferación de los abortos provocados, especialmente, en las madres solteras. Cabe resaltar que los pintores ante la dificultad que conlleva representar en forma no grotesca un aborto, suelen hacer aparecer en sus obras a la Llorona como una mujer embarazada con lágrimas sobre su rostro dolorido. Representación que, sin embargo, no se adecua cabalmente al relato.
El ser humano siempre le ha temido pánico a los fenómenos naturales, ya sean tempestades, rayos, huracanes, sismos o erupcón de volcanes.
El paisa en su ignorancia y su fe católica cree que esto sucede por que Dios o los Demonios están enojados y reclaman su parte por el mal comportamiento de los hombres sobre la tierra. Es más, la oscuridad y el fuego se asocian con la maldad y el castigo allá en el otro mundo. Crean sus fantasías, las narran cada cual a su manera y así se van transmitiendo de generación en Generación dando origen a estos Mitos y leyendas.
No creo que esto sea realidad, es parte de la fantasía del ser humano, pero que de una forma u otra este mito permanecerá en la mente de nuestros campesinos, y a más de uno los ha hecho correr, caer privados del conocimiento, y por qué...? orinarse en sus ropas, pues al miedo nadie ha sido capaz de ponerle calzones.